Vivir en una comunidad de propietarios

Empiezo las reflexiones de hoy con una pregunta: ¿Sabemos vivir en comunidad? Mi primera respuesta, la rápida, la que sale de forma involuntaria, sin pensar demasiado, de forma intuitiva, es: NO.
Después… tras unos minutos… casi de forma involuntaria, aparece en mi mente una nueva pregunta: ¿Por qué?
La tipología edificatoria de vivienda más frecuente en España es el edificio en bloque en manzana abierta o cerrada. Otro dato a tener en cuenta es que casi el 80% de nuestro parque residencial es en propiedad. El resultado simple de esta combinación es que de forma generalizada tenemos todos nuestro ahorros invertidos en una vivienda que está dentro de una comunidad de propietarios donde se dispone, según una división horizontal, que somos responsables en un % de unos elementos COMUNES con nuestros vecinos.
Es fácil de entender. Sobre el papel lo tenemos claro, pero, en la realidad: ¿nos comportamos pensando que tenemos vecinos?
Cuando nos compramos una vivienda, la mayor inversión de nuestra vida, la elegimos porque nos gusta la distribución, la urbanización, la ubicación, la orientación, el precio, etc., pero no sabemos nada sobre nuestros vecinos, incluso se nos olvida que vamos a tener que compartir y convivir con ellos. La plaza de garaje la elegimos sobre plano, no hay problema, pero quizás esté cercana a la caja de escalera y alguna vez, cuando entramos, tenemos algún vecino descargando la compra, ¿qué hacemos?: si pitamos es posible que se moleste pero si esperamos pacientemente los que vamos a subir molestos a nuestra vivienda somos nosotros.
En el mismo ámbito del garaje, que da mucho juego, nosotros nos hemos comprado una plaza grande, el precio era superior pero tenemos la idea de cambiar de coche en un futuro por lo que hemos asumido ese gasto. El futuro llega y nuestro coche entra perfectamente en nuestra plaza, pero la de nuestro vecino de enfrente no. A cada lado de la calle de entrada y salida del garaje hay dos filas de aparcamientos: una con plazas largas y la otra con plazas más pequeñas. Cuando compramos la vivienda todos lo sabíamos pero años más tarde el garaje se ha ido llenando de monovolúmenes, grandes coches que indistintamente ocupan plazas grandes y pequeñas, como el coche no encoge cuando entra en el garaje y no entiende de tamaños de plazas, lo que ocurre es que invade el carril central y complica sobre manera las maniobras del resto de los comuneros diariamente. ¿Qué hacemos?
Si protestamos nos convertimos en el vecino odioso, pero si no lo hacemos nos transformamos en cascarrabias constantes por el agotamiento de sufrir estas pequeñas tiranías cada día. No quiero olvidarme de otra casuística muy común: el vecino que ocupa con otro coche una zona no marcada como aparcamiento que linda con su superficie, no es una plaza, pero él lo ocupa con otro coche y además parece que es su derecho. ¿Qué podría ocurrir si un día el que coloca otro vehículo en esa zona somos nosotros? Se lo imaginan … una guerra civil, pero encima “los llamados malos” seríamos nosotros.
Salgamos de las profundidades de nuestros garajes y nos vamos a las zonas verdes de nuestros vecinos del bajo, sus barbacoas en verano, durante el día y la noche, con música ¡claro!, pero cuando son las doce de la noche y les recuerdas amablemente tu intención de dormir porque estás cansado te volverán a tildar de gruñón.
Hemos dormido poco, pero podemos levantarnos tarde, estamos de vacaciones. ¡Nooooo! A las 7:00 de la mañana, tu vecino de puerta, que tiene la sana costumbre de levantarse pronto, enciende la radio para toda España, el problema es que la escasa insonorización entre viviendas, transforma tu dormitorio en un estudio de radio ya que el locutor parece que se encuentra a tu lado haciendo balance de las noticias del día, ¡sólo te queda participar en las tertulias matutinas!
Tengo que terminar la entrada, en algún momento, el tema podría dar para todo el verano, reflexionemos todos sobre nuestros actos en nuestras comunidades, se nos olvida que no vivimos en chalets individuales en grandes parcelas de nuestra propiedad, tenemos derechos pero también deberes y sobre todo nos debemos respeto entre todos. Con estas escenas en nuestra memoria se nos hace muy complicado tramitar una intervención en nuestros edificios con criterios de eficiencia energética, de accesibilidad, mejora acústica o de conservación. ¿Cómo afrontaremos este reto? Las ventajas de una intervención son muchas el problema es cómo enfrentarse a la fase de inicial de conseguir las mayorías necesarias para llevarla a cabo.